Las actividades del hombre
siempre han llevado como acción consecuente la contaminación ambiental, sin
embargo, hasta finales del siglo XX se dio importancia a este fenómeno debido
al incremento en la frecuencia y gravedad de los sucesos contaminantes a nivel
mundial, siendo cada vez más evidentes los efectos en la salud y el entorno
donde habitamos.
Se
puede definir la contaminación del aire, como la presencia en la atmósfera de
uno o más agentes contaminantes y sus combinaciones, que pueden afectar la vida
humana, de animales y plantas, interfiriendo en el ejercicio normal de sus
funciones.
La
contaminación del aire y los esfuerzos por contrarrestar sus efectos son un
fenómeno reciente, las primeras actividades relacionadas con dicho control s
registran en el siglo XVIII.
El uso
del carbón para generar energía fue un importante factor en la Revolución
Industrial a finales del siglo XVIII, la cual se constituyó en la base de
nuestra sociedad tecnológica actual pero, lamentablemente, al mismo tiempo en
el punto de partida de la contaminación y degradación del ambiente.
Los
casos de contaminación se agravaron considerablemente después de la Segunda
Guerra Mundial, cuando el mundo aumentó el consumo de energía, así como la
extracción, producción y el uso de diversas sustancias tanto naturales como
artificiales, rebasando la capacidad de los ecosistemas para su regeneración,
asimilación y/o degradación.
Los
procesos naturales entre los que se encuentran los incendios forestales, la
descomposición de la materia orgánica, las tormentas de arena y las erupciones
volcánicas, siempre han contaminado el aire; y mediante la precipitación,
oxidación y absorción en los océanos y el suelo, la atmósfera ha podido
limpiarse por sí sola. Por lo anterior, la mayor parte de la contaminación del
aire la provoca el mismo hombre.
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